4. MINAPIN, A LAS FALDAS DEL RAKAPOSHI

Con gran pena abandonamos Karimabad, pero nos consuela que no vamos muy lejos. Los 35 kms que nos separan de Minapin se presentan como una etapa de risa, pero nada más lejos de la realidad.

El Rakaposhi, siempre presente. El joven entrenaba para los 40 kms marcha

La hierba y los arboles crecen hasta arriba...
Esta gente se baja de una pick-up y se dirige al monte, probablemente a su casa
Cuando restan escasos 10 kms para llegar al pueblo, la carretera está cortada debido a las obras. A los chinos se les ha ido la mano con los explosivos, y han bloqueado la KKH con toneladas de roca. Pasa a menudo.

Echamos un vistazo para ver si podemos salvar el obstáculo haciendo varios porteos, pero no es posible. Dar marcha atrás no está en nuestros planes, así que cuando los locales nos señalan una ruta alternativa, no lo dudamos mucho, aunque ya se ve que nos va a tocar sufrir. Toca cruzar el rio e ir por el viejo camino que recorre el precipicio.

Para cuando nos damos cuenta, estamos empujando las bicis por una pista de arena y piedras que asciende por la montaña. La temperatura ronda ya los 40º y nos cuesta una eternidad avanzar metros debido a la durísima pendiente y al peso de las alforjas.
Pasamos por pequeñas aldeas de las que salen críos a echarnos una mano. Los más txikis, al vernos, corren hacia sus casas llorando desconsoladamente. Evidentemente damos pena y viendo a los crios vemos que somos bastante feos. Totalmente derrotados, asaltamos una pickup que nos acerca hasta Minapin por carreteras estrechísimas en las que contenemos el aliento cada vez que vemos el precipicio a menos de un centímetro. Desde el otro lado del rio los chinos siguen quitando roca a la montania
Una etapa que se preveía suave acabó siendo una gran paliza. Cuando llegamos al hotel, cubiertos de polvo blanco, el personal nos confunde con fantasmas, aunque descubren que no lo somos porque no llevamos cadenas.

Menos mal que el hotel es un remanso de paz en el que poder descansar en un jardin inmaculado...


Nos preparamos para ir al monte.

El norte de Pakistan es un paraiso.

Desde Minapin, una caminata de tres horas (o cuatro según la forma de cada uno) te deja en el campo base del Rakaposhi (7788 m), desde donde se puede contemplar el Diran Peak y el imponente glaciar que se forma entre los dos.

Salimos prontito para evitar el calor...

Somos unos chuparruedas despreciables. Siempre nos pegamos a alguien que sube velozmente, ya sea una cabra o unas mulas, el caso es chupar rueda.

Os presentamos a los protagonistas de la jornada

El campo base esta vacio...

Las explosiones no paran...Pero a este buen hombre las bombas no le impiden descansar tras una dura jornada haciendo lenia. Tampoco le importa dormir en la mitad del camino

En el pueblo no hay descansoY las mujeres se mantienen agrupadas y tapadas hasta arriba, no vaya a ser que estos dos ciclistas se les echen encimaCientíficos de todas partes tratan de averiguar la causa de la longevidad de los habitantes de esta zona. No se trata del agua que baja de los glaciares, ni del aire puro que se respira. Lo que hace que la gente de por aquí viva cien años crece en las huertas, muchas veces como mala hierba.

No son tontos, eh?
Desde que hemos entrado en Pakistán, nos hemos acostumbrado a la falta de electricidad. Cortes en el suministro de varias horas o de incluso varios días.