Costó 18 horas al autobús recorrer 450kms hasta Rawalpindi (aunque el chófer era un auténtico suicida que adelantaba a todo lo que se le ponía por delante). El mal estado de la carretera hace que los pasajeros vayamos botando en el asiento como peleles, con serio riesgo de rompernos el cuello en un mal movimiento. Este traqueteo hace que algunos no paren de vomitar durante todo el trayecto, sin tomarse la molestia de hacerlo en una bolsa de plástico.
Hablando pronto y mal, llegamos hechos un cristo a Rawalpindi, que nos recibe con un calor abrasador. Montamos los bultos en las bicis y pedaleamos entre un tráfico caótico hasta el centro.
Tardamos en encontrar un sitio para alojarnos, ya que en varios hoteles nos responden que no admiten extranjeros. Antes de morir por una insolación, encontramos un cuchitril donde hospedarnos.
No pasará a la historia nuestra estancia en Pindi, ya que nos dedicamos básicamente a reponer fuerzas a base de fruta. En un restaurante cercano encontramos el mejor pollo de Pakistán y nos hacemos sus mejores clientes.

Nos acercamos al bazar, pero aparte de que no encontramos nada especial, la gente es reacia al objetivo de la cámara.

Como en una película de Tarantino, se abre el maletero del coche y en el interior hay un cadáver. Así llega la carne “fresca” al bazar.

Tomamos la GT Road (que une Calcuta con Kabul) para dirigirnos a Lahore. No es el Punjab el sitio ideal para andar pedaleando en estas fechas. El termómetro ronda los cuarenta grados y la altísima humedad hace que por momentos cueste hasta respirar. De todas maneras, encima de la bici no estamos tan mal. Es al detenernos cuando comienza el suplicio.


Los jueves son día fuerte en Lahore, con una variada oferta cultural. Por la tarde nos acercamos al templo de Data Shaip. Aunque no se han celebrado las últimas semanas debido a la amenaza de grupos extremistas, hoy se reanudan las sesiones de música qawwali. Músicos de todas partes llegan hasta este importante escaparate a demostrar sus habilidades.
Una tras otra van pasando las bandas por el escenario.
Parte del publico vive profundamente la musica
Cuanta mayor es su calidad, mayor cantidad de Rupias reciben del público. Con algunos músicos, “llueven” billetes literalmente. El Pocholo pakistani anima la fiesta.
Al terminar la actuacion, la gente acude al rezo...

... y a llenar el estomago

Los ingleses dejaron su huella, la lacra del cricket

A media noche tiene lugar lo que popularmente se conoce como “la noche Sufí”. Donde al ritmo de la incesante percusión, los presentes bailan sin cesar hasta llegar a un estado de trance. Y así era hasta que decidieron suprimir la marihuana de la ceremonia. Nos habían hablado bien, pero lo que vimos nos decepcionó bastante.

Lahore cuenta con una de las mayores mezquitas del mundo: la mezquita Badshahi. A diferencia de las de Oriente Medio, es evidente la influencia de India en su arquitectura.